Nos hemos dado cuenta que la
organización de toma de decisiones de nuestras estructuras políticas ha
fallado, y eso parece invitarnos a afrontar cambios estructurales en los sistemas
políticos.
Puestos a reformar hagamos
cambios sustanciosos que afecten a materias que de verdad influyan en la vida
de los ciudadanos. A mí se me ocurren dos parcelas principales que necesitan
ser revisadas: la estructura de poder de decisión y la estructura económica.
El poder de decisión reside
actualmente en los partidos políticos, que son los que aportan las personas que
formarán los gobiernos y manejan ingentes cantidades de dinero, poder de
decisión, poder normativo e información.
La estructura económica
tiene que ver con la ciencia básica de la economía, el equilibrio regulatorio,
que enlaza directamente con el punto anterior de quién tiene el poder de
decisión, y el poder del trabajo, dependiente en igual importancia de la acción
empresarial y el trabajo individual. Es un tema complejo que no voy a poder abordar en profundidad en esta simple entrada.
Puestos a reformar, creo que sería una pérdida
de tiempo perderse en discusiones que aportan poco a estos problemas. Un
ejemplo puede ser entrar ahora en España a debatir si la forma del estado debe
ser una República o una Monarquía Parlamentaria. El poder real de un presidente
de República o de un monarca es muy pequeño, insignificante. Se limita a
ciertas influencias personales que pueda ejercer, siempre limitadas. La figura
de un presidente o un rey es preferentemente de representación, sin gran
influencia en la vida de la toma de decisiones del país. El coste de
mantenimiento de ambas figuras también es poco relevante: elegir y mantener a un
presidente cuesta dinero, y mantener un rey cuesta dinero. Es un debate más o
menos florido pero insustancial para la calidad de vida del ciudadano. Hay
estupendas repúblicas en el mundo, y hay igualmente estupendas monarquías
parlamentarias. Y se pueden citar abundantes países muy mal organizados con ambas formas de estructuras políticas.
El poder real actualmente reside
en los partidos políticos. Ellos son las estructuras que eligen a las personas
que toman decisiones relevantes, que afectan a todos los ciudadanos en todos
los ámbitos de su vida.
Si hemos de afrontar
reformas deben estar enfocadas sobre los partidos políticos: cómo funcionan,
cuál es su papel, cuáles son sus normas de funcionamiento, cómo se financian.
Es ahí dónde está el poder y
donde debemos buscar las reformas necesarias para mejor el funcionamiento
general de la sociedad.
Otro cambio que parece nimio pero que se me antoja relevante es el poder elegir más de una opción. En el mundo de las elecciones muy pocas veces se trata de seleccionar entre A o B, y existen muchas más alternativas interesantes. La posibilidad de elección múltiple permite de una manera sencilla elegir no tanto lo mejor sino lo más óptimo para una mayor cantidad de ciudadanos, lo que mejora la calidad democrática del sistema político. Y de paso, como efecto colateral, rebaja la tensión entre grupos e individuos, que se me antoja no nos vendría nada mal.
Mención aparte merece otro
cambio que se me antoja necesario: acabar con la visión marxista de las
relaciones de grupo. El considerar que la sociedad se estructura en clases
sociales y que siempre son enemigas, que para que exista una hay que acabar con
otra, lleva inexorablemente al enfrentamiento y a la destrucción del sistema
completo.
La dialéctica marxista es
directamente destructiva para la sociedad. Tal visión y análisis no puede
llevar más que al enfrentamiento y a la división y exclusión de unas personas
por otras.
Es necesario un análisis
social que prime lo complementario y la cooperación de individuos y grupos, y
buscar el mejor acomodo y gestión de los recursos. No la eliminación del
contrario para expropiar sus recursos y vivir de ello, sino la gestión de
deberes y concesiones que nos otorgamos con ellos, que llamamos derechos.
El sistema económico
necesita tanto de la acción empresarial como del trabajo de todos y cada uno de
los individuos que forman la sociedad, y tan importante es la producción como
el reparto, de derechos y de deberes. Y más allá. Establecer un buen sistema de
ayuda a aquellos que no puedan aportar tanto como los que más, sin por ello
desincentivar el esfuerzo.
Puestos a reformar, y antes
de empezar, hagamos esa pregunta:
¿Qué queremos reformar? ¿Por
dónde vamos a empezar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario