En una sociedad es necesario que alguien tome las decisiones de qué se produce y cómo.
La figura del que emprende y decide es imprescindible. Sin emprendedor no hay producción ni riqueza nueva.
¿Quién puede emprender en una sociedad?
Hay 3 posibilidades:
1- Que un gobierno central que diga todo lo que hay que producir y cómo.
2- Que cualquier individuo o grupo pueda crear empresas y use los medios de producción existentes para crear un bien a su manera y dirección.
3- Que un grupo de trabajadores forme una empresa y se dote de un mecanismo de decisión conjunta sobre qué se hace y cómo.
Las tres posibilidades no tienen que ser excluyentes: se puede pensar en un sistema económico donde desde un gobierno central se produzcan ciertas cosas y se decida cómo hacerlo, al mismo tiempo que se da posibilidad a emprendedores para crear empresas bajo su dirección, y también compatible con la existencia de empresas cooperativas.
En realidad estamos describiendo el modelo económico mixto actual. La diferencia es si se quiere empujar ese equilibrio para dar preferencia a alguna de las 3: que la producción quede en manos de un gobierno central, o lo contrario, desaparezca todo tipo de gobierno central, que se prohíba todo tipo de empresa diferente a las cooperativas, o se prohíba la iniciativa empresarial individual.
Las tres formas de administrar la producción tienen ventajas e inconvenientes.
Si la producción entera está ordenada desde un gobierno centralizado que decide sobre todo lo que se fabrica y cómo se fabrica, surge el problema de cómo sabe ese gobierno todo lo que los individuos necesitan o desean. El segundo problema es cómo incentiva la mejora de los procesos productivos.
Un tercer problema es que es más fácil de corromper pues un fallo en alguna de sus partes, rompe la estructura entera y afecta a todos, un caso de corrupción afecta al conjunto.
La ventaja es que tiene un gran control sobre la planificación del sistema.
Si la producción está en manos de la iniciativa privada empresarial significa que la inventiva y sabiduría de muchas personas está al servicio de mejorar los procesos productivos.
Una segunda ventaja es que se produce aquello que demandan los individuos mediante sus compras. La elección de lo que se produce queda en manos de los consumidores según sus necesidades, preferencias y deseos.
Una tercera ventaja es que si hay un caso de corrupción afecta solo a una parte del sistema: si algo no funciona bien no contamina a todos. Si una empresa no está siendo eficaz en su sistema de producción posiblemente sea sustituida por otra sin que afecte a la sociedad al completo.
Una desventaja es que la competencia entre empresas implica que algunos productores fracasarán y pueden quedar desprotegidos y muy afectados en sus posibilidades de supervivencia personal. Muchos empresarios se pueden arruinar y muchos trabajadores no encontrar a quién vender su fuerza de trabajo. Muchos individuos pueden quedar fuera del sistema productivo y poner en riesgo su vida.
Las fórmula de producción mediante cooperativas de trabajadores recoge las ventajas de las empresas de iniciativa privada empresarial y también sus inconvenientes pero añade uno más: se necesita un mecanismo de toma de decisiones, normalmente mediante votación mayoritaria, que implica que casi siempre se decida de tal modo que suponga un beneficio para muchos pero también un perjuicio para una minoría más o menos numerosa. Además como otra desventaja añadida es el gasto organizativo y energético que supone poner en funcionamiento un sistema de decisión que implique a muchos individuos, con la imposibilidad de tomar decisiones por falta de acuerdo o la afectación a las buenas relaciones o la paz social de la empresa cooperativa.
¿Desaparecería la lucha de clases marxista si se optara por otras fórmulas de emprendimiento que no fuera a través de la iniciativa de empresarios privados?
No.
Simplemente cambiarían los agentes.
En el caso de una producción controlada por un gobierno centralizado la lucha se establecería entre el estado, que impone sus condiciones de trabajo y los trabajadores que no tienen porqué gustarles o desearían otras.
En el caso de las cooperativas de trabajadores la lucha se establecería entre aquellos que tienen las mayorías que dan lugar a decisiones, y aquellos en minoría que no pueden imponer su puntos de vista.
Según la teoría económica marxista de la lucha de clases no es posible encontrar una solución al problema de la organización de la producción.