Una taxonomía de clase
social me lleva a encontrar tres formas de vincular elementos.
Una sociedad es un grupo de
elementos relacionados entre sí mediante algo que los vincula. Según este vínculo
establezco tres clases de sociedades:
Sociedad perceptiva. Tomamos
una característica perceptiva y agrupamos, asociamos, vinculamos, los elementos
del grupo mediante esa característica común. Por ejemplo: todos los objetos de
color rojo. O todos los objetos cuadrados.
Sociedad orgánica. Una serie
de sujetos o socios que se mantienen unidos por una utilidad de aprovechamiento
de recursos y objetivos comunes. Un organismo compuesto por muchas células, que
a la vez están compuestas de otros organismos más pequeños, son capaces de
intercambiar recursos mediante las leyes físicas, que les permiten desarrollar
una serie de funciones, entre las que es fundamental la supervivencia.
Sociedad de intercambio
diferido mediante deuda. La sociedad humana se vincula no mediante un
intercambio mecánico de sustancias, sino en virtud de un mecanismo emocional de
intercambio diferido: la deuda. Alguien da algo a otro y éste siente la
necesidad de compensar lo recibido. Desde ese momento quedan vinculados, pues
la posibilidad de que reciba la compensación va a depender de la supervivencia
y la suerte del primer elemento: sus vidas se han entrelazado.
La idea de clase social del
marxismo es del primer grupo: una sociedad perceptiva. Tómese una
característica, la que sea, y ya tenemos una clase social. Los que poseen
tierra. Los hombres. Las mujeres. Los que tienen cierta cantidad de dinero. Los
que viven en unos lugares determinados. El número de clasificaciones que
podemos hacer es tanta como de características que distingamos.
Con otra propiedad: toda
clasificación lleva a una lógica binaria. Si tomamos como característica los
objetos de color “rojo”, definimos el grupo de “objetos rojos” y al mismo
tiempo su contrario: “objetos no rojos”. Los ricos, y los que no lo son. Los
europeos y los que son de fuera de Europa. Cualquier clase se define a sí misma
y a su contraria.
Toda la teoría de clases
marxista se basa en esto. Definamos una clase, -hay todas las que queramos- y
definimos las que se oponen a la igualdad. Todos los elementos no son iguales
por culpa de la diferencia. Si destruimos todos los objetos que no son rojos
entonces habremos conseguido una sociedad igualitaria. Es cierto.
Pero es simple, y no tiene ninguna
utilidad práctica. Si definimos las sociedades humanas mediante dos clases, los
pobres y los ricos, y pretendemos igualarla mediante la destrucción de los
ricos, sí, es una idea, pero es una idea estúpida. De igual manera como
pretender que todos sean ricos mediante la destrucción de los pobres. Sin
entrar a tratar de comprender los mecanismos que hay detrás de esa ordenación
de diferencias.
La teoría de clases marxista
no sirve para entender qué está pasando ni para encontrar soluciones a los
mecanismos existentes, y que por distintas razones, queremos modificar. La
culpa de que existan los pobres es que existan los ricos. Efectivamente la
culpa de que todos los objetos no sean rojos es que existan otros que no sean
rojos. Y en ese sentido los “culpables” son los objetos “no rojos”. Pero es una
explicación simplista de la realidad, y sobre todo inútil. Y voy a ir más allá:
es peligrosa.
Es peligrosa pues
institucionaliza la idea de que se conseguirá una sociedad “buena” mediante la
destrucción de las desigualdades, y eso se hace mediante la destrucción del “contrario”,
pues es el culpable.
La idea de las clases
sociales marxistas lleva inexorablemente a la competencia, a la violencia y a
la destrucción, no solo de parte de la sociedad, sino a la sociedad completa,
pues lo que existe tiene una razón de existencia, y en todo caso lo que se
tiene que buscar es un nuevo equilibrio del sistema completo y no simplemente
la destrucción de parte del mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario