martes, 4 de mayo de 2021

ÉTICA O MORAL, ¿QUÉ SON?

 


 

Tener una ética, o una moral, es disponer de una serie de comportamientos programados para un conjunto de situaciones.

Cuando ocurre un acontecimiento o tengo que tomar una decisión, reacciono o me posiciono de una manera programada, según mi ética.

La ética, o la moral, vendrían a ser algo similar al carácter de una persona. Soy de esta manera y reacciono así, según mi carácter, o mi ética o mi moral.

La ética, la moral y el carácter son modulados por la naturaleza de las personas, por la sociedad, el grupo o los diferentes grupos a los que pertenecen esas personas, y también por decisión propia, esto se refiere al trabajo individual de construcción de la personalidad de cada individuo.

No hay diferencia entre ética y moral. Una palabra procede del griego, la ética, y la otra del latín, la moral, y ambas se pueden traducir y entender según el concepto costumbre.

La ética, la moral y el carácter son muy útiles para las personas y los grupos, pues suponen un gran ahorro energético a la hora de tomar decisiones. Sería inasumible tener que analizar cada situación o decisión a tomar, sopesando pros y contras. Disponer de una serie de reacciones pautadas y programadas nos permite respuestas rápidas a los acontecimientos,  y a la toma de decisiones de acción.

El problema, por otro lado, surge cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas y nos salimos de lo cotidiano. Entonces la ética, la moral o el carácter no sirven, e incluso es posible que nos pudieran poner en riesgo nuestra propia supervivencia.

¿Cómo podemos superar situaciones nuevas para las que nuestras pautas de comportamiento anteriores no nos valen?

Entonces tenemos que hacer un esfuerzo energético para no actuar simplemente de manera mecánica, posiblemente en contra de nuestra ética, moral, carácter, costumbre, e incluso en contra de nuestras virtudes.

La virtud es la capacidad de actuar de manera eficiente con poco esfuerzo. Un virtuoso de la música es capaz de interpretar obras difíciles de manera fácil. Un virtuoso del tenis es capaz de jugar al tenis sin pensar. Lo hace y lo hace bien. Pero lo que es bueno en unas circunstancias deja de serlo si estas cambian. El virtuoso de la  guitarra quizá deja de serlo si le dan un violín. O el virtuoso de Bach no lo es tanto interpretando a Mozart. El virtuoso del tenis no lo es tanto jugando al frontón. A veces el que juega muy bien en tierra batida, es batido sin piedad en pistas más rápidas.

Cuando como solución a los problemas personales y de los grupos se propone que hay ser más éticos, o más morales, creo que no se está entendiendo lo que ello significa.

Es útil tener costumbres, éticas, morales, tener un carácter, ser virtuoso, pero tan importante como eso es saber detectar cuando es necesario cambiar los comportamientos y buscar soluciones nuevas, diferentes de las que aplicábamos mecánicamente.

No hay ética perfecta, no hay moral universal, no hay una personalidad capaz de superar todos los obstáculos, no hay virtud que se pueda aplicar a todo.

Los códigos de comportamientos éticos como el “haz siempre el bien”, no son válidos. ¿Qué es el bien? No existe el bien universal, ni el bien común. Lo que es bueno para unos, no lo es para otros. Lo bueno en una situación es nefasto en otra.

“No hagas lo que no desees que te hagan”, es otro precepto ético, sin sentido, pues ¿por qué no voy a hacer algo, que el otro me manifiesta que le gusta, aunque a mi no me gustaría que me lo hicieran?

“Dar a cada uno lo que se merece”. Otra máxima ética. Pero ¿cómo medimos lo que se merece cada persona? No hay forma de saber ni valorar lo que cada uno merece, ni tampoco lo que necesita, por tanto es imposible también aquello de “dar a cada uno lo que necesita”.

Esta otra es muy socorrida: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”. Pero esa ética aplicada lleva al desastre social, pues las necesidades pueden ser infinitas y aumentar exponencialmente, de tal manera que sea imposible con unos recursos limitados atenderlas, y las capacidades, en cambio, disminuir rápidamente, si es mucho más “rentable” y cómodo recibir, después de todo parece que alguien se va a hacer cargo de tus necesidades, de todas ellas, de tal modo que no hay ningún incentivo para tener capacidades. Ese principio ético es capaz de  destruir cualquier grupo o sociedad.

En resumen: no hay moral ni ética universal. La ética es una herramienta que ahorra energía y sirve a la supervivencia, pero no es válida para resolver todos los problemas personales, ni los problemas de unas sociedades que cambian todo el tiempo.



viernes, 26 de febrero de 2021

CAPITALISMO (I), ¿QUÉ ES?, tormenta de ideas.

 


¿Qué es el capitalismo?

¿Qué sistemas económicos alternativos conoces y cómo los defines?

Os pido que compartáis conmigo vuestras definiciones, propias o que conozcáis, de lo que es el capitalismo. Se trata de hacer una tormenta de ideas con el fin de tratar de obtener un concepto.

No os estoy pidiendo un tratado de cientos de páginas, ni exhaustivo, que contemple todos los matices que tienen que ver ni con el capitalismo, ni con sus alternativas.

Se trataría de una descripción sencilla y a la vez fina, profunda, pero que la pudiéramos compartir todas las personas que estudiamos estos fenómenos.

No tengo claro si es conveniente poner un ejemplo, por mi parte, de lo que pido, pues puedo condicionar las respuestas, y lo que deseo es que sean lo más variadas posible.

Sería algo así: 

“el capitalismo es un sistema de intercambio de bienes y servicios basado en…”; 

"un sistema económico diferente al capitalismo es el ⚞...⚟, que se define o describe así..."

Me quedo ahí, y espero vuestras frases.

Si las dejáis en los comentarios todas las otras personas podrán leerlos y compararlos con los suyos. Las tormentas de ideas no se suelen criticar, pues matan la creatividad. Tampoco sé muy bien si pedir eso, que no se critique. Hágase lo que se estime conveniente.

Veamos qué sale.  



lunes, 8 de febrero de 2021

ESTE PAÍS NO ES DEMOCRÁTICO


Escucho mucho esta afirmación: “España no es democrática, China no es democrática, esta asociación no es democrática o esta empresa no es democrática”.

Son frases equívocas y vacías de contenido concreto. Vamos, que no dicen nada preciso.

Ningún grupo, asociación, país, puede ser “democrático”.

Veamos porqué.

La palabra democracia por etimología viene de demos y cracia, dos palabras del griego.

Demos se suele traducir como pueblo, pero es un concepto equívoco e indeterminado. En parte porque pueblo tampoco tiene un significado concreto actualmente. ¿Qué es el pueblo? El demos griego estaba formado solo por los hombres de cierto estatus, excluyendo a las mujeres, los niños, los esclavos, los impedidos por diversas causas y los extranjeros. En la actualidad, ¿quién es el pueblo?, ¿los que viven en un lugar? ¿todos ellos sin distinción? ¿todos participan en el ejercicio del poder o votan?¿Los bebés son pueblo pero no votan ni pueden decidir nada?

Cracia se suele traducir como poder, gobierno o control. Poder ¿sobre qué?, ¿sobre todo?, ¿sobre todos?, ¿sobre todo tipo de decisiones?

Hay falta de claridad de concepto tanto en cuanto al sujeto de la acción, demo, pueblo, como a la amplitud de la acción misma, el poder, la cracia.

 

Ningún grupo puede ser democrático. Un grupo está compuesto por sujetos, que tienen poder, cada uno de ellos, de realizar diversas acciones. Para que un grupo fuera democrático todas las acciones del grupo tendrían de decidirse de esa forma democrática. Es decir, los individuos no podrían hacer nada por iniciativa individual, sino solo por dictado democrático, común, supongo que por votación, del grupo.

Así es como se puede afirmar que ningún país, ninguna asociación, ninguna empresa, es, ni puede ser, democrática.

 

Podemos decir, eso sí, que un grupo es más o menos democrático si más decisiones dentro del grupo se toman por votación del grupo, y menos democrático si menos decisiones se toman en grupo.

De igual manera, podemos decir que un grupo es más democrático si más sujetos participan en cada votación para decidir algo, y menos si son menos sujetos los que participan.

Podemos incluso hablar de calidad democrática, si se produce un debate sobre la información disponible respecto a cada decisión a votar. De esta manera, con una buena información y debate, se puede tener en cuenta, no solo lo que uno sabe y le interesa, sino también la opinión de otros y empatizar con ellos.

 

El que un grupo, o un país, o una empresa sea democrática, más o menos, tampoco nos habla de su eficacia respecto a sus fines.

En una familia, por ejemplo, si aumentara la democracia pudiera ponerse en riesgo la supervivencia. Imaginar una familia de 5 miembros donde tres de ellos tienen menos de 5 años, y se sometiera a votación la compra de alimentos de la familia. Quizá solo se comerían chucherías.

Podemos pensar en una empresa, donde todas las decisiones se tomaran por todos los empleados, indistintamente. Las decisiones de política de marketing podrían votarlas los que se dedican a el mantenimiento de la maquinaria. Es muy posible que no se tomaran las más eficientes para la empresa. En ese sentido quizá sería mejor que hubiera una división y separación del poder por parcelas, y cada uno se ocupara de tomar las decisiones en su especialidad, sin tener que someterlo a la votación de todos.

 

La democracia no es la panacea, ni el bálsamo de fierabrás, que todo lo cura y todo lo arregla.

 

Entonces, cuando se dice que tenemos problemas sociales porque no hay democracia, desde mi punto de vista, se comete una falacia argumental y lógica, pues el hecho de que haya democracia no soluciona los problemas.

Ni siquiera es posible que haya democracia en ningún grupo, simplemente podemos hablar de que los grupos son más o menos democráticos, sin que eso signifique que sean más o menos eficientes.

Por eso propongo evitar, en lo posible, afirmaciones simplistas, del tipo “España no es democrática”, que sirven más para desorientar que para ninguna cosa de utilidad, y dedicarnos en la ciencia social, a estudiar cuándo es conveniente usar el modelo de votación democrática, en que ámbito, quién son los que tienen que votar, y sobre qué parcela, y de este modo evaluar la conveniencia de cada método de tomar decisiones en cada ámbito, en busca de que aumente realmente la eficacia de las políticas que se adopten, de manera comprobada, científica y efectiva.



 

 

 

lunes, 25 de enero de 2021

LIBERTAD ¿QUÉ ES? Una teoría de la libertad


Una teoría de la libertad

La libertad es el poder que un sujeto tiene de tomar decisiones de acción y conseguir los resultados deseados.

 

La libertad tiene tres componentes: el poder o capacidad de hacer, la toma de decisiones entre varias alternativas, y el éxito o, lo que es lo mismo, que los resultados de la acción correspondan con el deseo esperado.

 

El poder o capacidad deviene de la existencia, y la potencia de lo que puede hacer con su cuerpo el sujeto (hardware), y con sus programas de comportamiento (software).

En el caso del ser humano el cuerpo material impone unas limitaciones: las personas pueden correr porque tienen piernas, pero no pueden alcanzar con ellas los 100 kilómetros por hora, por ejemplo, ni pueden volar, pues no disponen de alas, necesitan para hacerlo de la asistencia de otros objetos y tecnologías; ni con el cuerpo humano, otro ejemplo, se pueden atravesar paredes.

El cuerpo humano impone unas limitaciones a la persona. El poder o capacidad está limitado materialmente en primer lugar.

Además del cuerpo material, del hardware, necesita un protocolo de funcionamiento, el software. 

El ser humano tiene programas que le permiten funcionar mediante instintos y condicionamientos culturales, que no son más que ordenes, en un caso biológicas, y en el otro programas culturales recibidos de su grupo social, pero también programas de cómo hacer las cosas adquiridos, aprendidos o descubiertos por las personas a través de la propia investigación y práctica, de cómo actuar. 

Las posibilidades de funcionamiento de un sujeto derivan de la cantidad de programas que disponga, su no interferencia entre ellos, y la capacidad de adquirir nuevos programas.

El poder o capacidad, por tanto, deriva de un cuerpo material apropiado, y de adecuados y amplios programas de funcionamiento para cada acción. Es posible que lo que sea adecuado para una acción no sirva para otra.

El segundo elemento de la libertad es la elección entre posibilidades. Tiene que haber dentro del sujeto un momento de valoración de las distintas posibilidades de acción que puede realizar, –recordemos que no son infinitas, sino un número de posibilidades limitado–, y finalmente elegir entre ellas.

Sería el momento puro de libertad: el momento de la elección, aunque ya hemos visto que tiene múltiples determinantes y condicionantes. No es una libertad pura realmente, es limitada y condicionada.

Menos libertad aún supone cuando el sujeto ni siquiera puede elegir no elegir, sino se ve obligado a una elección, a riesgo de un perjuicio para él. No actuar podría suponer un daño. 

 

El tercer momento de la libertad es la consecución de los objetivos, el éxito de la acción. El sujeto hace algo para conseguir algo, pero el éxito de la acción no está asegurado en la mayoría de los casos, depende de otros factores externos al sujeto.

La acción estaba enfocada a un resultado, y si este no se produce invalida el intento: anula la libertad. 

Y más aún. Aun teniendo éxito en su acción, no está libre de la responsabilidad o culpabilidad que resulta de sus elecciones, y las consecuencias o aceptación de ellas por otros sujetos.

 

En resumen: la libertad absoluta no existe, tiene condicionantes materiales y de programas de funcionamiento corporal, tiene limitaciones de libertad en el momento puro de elección, y tiene limitaciones en cuanto al éxito de la acción libre. Finalmente también exige la responsabilidad ante los otros de nuestras acciones, y por tanto también dependemos de los demás.

Esa es la libertad y sus límites.  



sábado, 23 de enero de 2021

RAZÓN, ¿QUÉ ES? El ser humano no es racional. Una teoría de la razón

 


Una teoría de la razón.

La razón es la proporción de algo que hay en algo.

Es un concepto aritmético y geométrico, que estudia los conjuntos como proporciones o razones de elementos más pequeños o equivalencias.

Algo es igual cuando tiene las mismas medidas, en peso, área, volumen, tiempo, temperatura.

Hay que establecer un patrón, una medida, y entonces los objetos se pueden calibrar en razón o proporción al patrón de medición.

El razonamiento supuso un salto cuantitativo y cualitativo en el pensamiento humano, y en la tecnología, pues desde entonces se podía hacer equivalencias entre objetos.

Es fundamental para el conocimiento, y también para el comercio o las relaciones de intercambio.

El templo mesopotámico, almacén e industria, puede hacer recuento de existencias, y apuntes contables de entradas y salidas, gracias a los números, que aún no existían como tales sino como representación concreta de productos, y las proporciones: han entrado tantas unidades de este producto, o salidos tantos kilos, siclos, cubos. Los nombres que daban a cada patrón de medición.  

Los campesinos egipcios podían calcular el área de la tierra que cultivaban, después de perderla en la última crecida del Nilo, pues la geometría les permitía hacer un cálculo del área proporcional a la anterior. 

Es curiosa, o cuanto menos da que pensar, la coincidencia en el tiempo de períodos de gran desarrollo del conocimiento y bienestar humano, con la aparición del pensamiento racional, la aritmética, la contabilidad, la geometría y la moneda.

Aplicación del pensamiento racional es el intento de estudiar la materia desde componentes atómicos proporcionales, racionales. Lo complejo es la suma racional, proporcionada, de sus componentes.

Y aquí es donde aparecen las limitaciones del pensamiento racional. El todo es algo más que la suma de las partes. Incluso en física o mecánica.

Si el pensamiento racional empieza a tener problemas para explicar la realidad de los objetos materiales, los problemas empiezan a ser graves cuando se intenta aplicar la razón al comportamiento humano.

En principio parece de lógica. Para tomar una decisión sopesamos, –pesamos, es muy ilustrativa la palabra–, los pros y los contras, los ponemos en una balanza, para ver cual pesa más, y desde allí tomamos una decisión de comportamiento.

Eso sería la aplicación de la racionalidad al comportamiento humano.

Pero la realidad es otra. Es imposible hacer una valoración correcta y válida de los pros y contras de un comportamiento. No digo que algo no se pueda hacer. Desde luego que se puede. El pensamiento es capaz de dar valor a las cosas y a las acciones, pero no deforma objetiva, válido para todos, ni precisa.

El pensamiento es un sistema de abstracción de pros y contras. Pero ni mucho menos es preciso ni puede abarcar con precisión, como sí lo hace la aritmética y la geometría, las ventajas y desventajas.

Además nos enfrentamos a otro problema: ¿cómo establecemos un patrón, como el metro, kilo, litro o grado, para medir el bien o el mal, lo bueno o lo malo que provoca una acción o comportamiento? 

La evolución de la vida no funciona así. La vida simplemente es un despliegue, lo más amplio posible, de posibilidades de comportamiento en el medio. 

Solo aquellas que sobreviven son las más adecuadas para el momento y el ambiente. 

Es imposible hacer una predicción exacta de consecuencias, por lo menos para la vida, quizá el cerebro humano mediante el pensamiento tiene mejores resultados que el azar de la evolución. Pero la elección de los comportamientos adecuados se hace simplemente por supervivencia. Aquellos que han sobrevivido han sido los más adecuados en la resolución de los problemas medioambientales.

El ser humano actúa, tiene que tomar todo el tiempo decisiones, que tienen que ver con la supervivencia, y con otros logros abstractos como el placer, o un "deber proceder" derivado de una meta y asociado a ella. En cualquier caso no son racionales, en el sentido de tener patrones de peso y medida que le dicten lo que está “bien” (un bien entrecomillado) o lo que no conviene.

En resumen. El pensamiento racional tiene que ver con proporciones, números, geometría. No es válido para valorar gran parte de las decisiones que tienen que tomar los seres humanos, ni los grupos en los que las personas se organizan.

El pensamiento racional no es la solución a los problemas de organización del ser humano, pues el todo es algo más, y diferente, a la suma de las partes.  



viernes, 22 de enero de 2021

LA ÚNICA LIBERTAD (ABSOLUTA) ES EL SUICIDIO (citando a Séneca)


 

Y ni eso es verdad del todo, como veremos en tres ejemplos al final.

No somos libres.

No elegimos dónde nacer, ni cuando, ni cómo ser ni física ni mentalmente.

No podemos libremente conseguir saciar, ni siquiera conocer, todas nuestras necesidades y deseos.

Por mucha voluntad, sabiduría, paciencia, virtudes y estrategias que tengamos, nadie nos puede garantizar que podamos conseguir lo que podemos soñar.

Posiblemente es cierto que para conseguir alcanzar metas es bueno soñar con ellas antes, aunque también está el placer y la sorpresa de conseguir cosas que ni habíamos soñado, y nos agradan.

También parece cierto que para conseguir algo hay que creer que lo podemos alcanzar. Si no jugáramos nuestra partida de parchís como si pudiéramos ganar, no sé si tendríamos si quiera ganas de jugar. Creer que se puede lograr, y poner toda la carne en el asador, suele ayudar a alcanzar un propósito.

En relación a los residuos de libertad: nos queda cierta capacidad de elección. Podemos decidir si vamos al norte, al sur, al este o al oeste. Pero no siempre podemos elegir dónde queremos viajar. Podría desear ir a Japón, a Canadá, a Sudáfrica, a Australia. Pero el deseo no es suficiente. Muchos condicionantes influyen en que, finalmente, pueda cumplir ese deseo.

Nuestra capacidad de elección no es entre posibilidades infinitas sino siempre limitadas, lo que acota necesariamente nuestra libertad.

A veces incluso es peor: estamos obligados, condenados a elegir, cuando no querríamos, o nos resulta incómodo y difícil hacerlo. No todo en la libertad es alegre y dichoso. La mayoría de las veces elegimos una y perdemos millones de otras posibilidades.

Pero si la libertad es muy limitada, hay una libertad que parece mayor que cualquier otra. La mayor de nuestras libertades. El mayor ejercicio libertario.

El suicidio.

 

Podemos decir que hasta aquí. Que ya no sigo. Que se acabó. Y eso sí está en nuestra mano. En cualquier momento y en cualquier lugar.

La mayor libertad, la única que se parece a una libertad absoluta, sin limitaciones, es el suicidio.

 

Y ahora viene el final, que también desmiente un poco esto.

 

No, no es verdad que el ejercicio del suicidio sea libre. No siempre podemos ejercerlo en libertad, y voy a poner tres ejemplos que lo ilustran.

 

Uno es el caso de los que no tienen capacidades físicas de moverse y provocar una acción que pueda suponer su muerte. Podrían desear morir pero no pueden hacerlo. Tendrían que apoyarse en otros para ayudarse a suicidarse, dependen de otros, dependen de la voluntad de otros. No son libres.

 

El segundo caso es una vieja historia. Cuenta la leyenda, y al parecer también la historia, que Mitrídates VI, rey del Ponto, en su lucha contra la Roma todavía republicana, aprendió que se debía inmunizar contra una de las armas preferidas por sus contrincantes, el veneno, y lo hacía tomando diariamente pequeñas cantidades de todos los venenos conocidos y usados en su época.

Así llegó a alcanzar cierta protección. Pero también era usual entre los poderosos guerreros llevar consigo una cápsula de un veneno propio y potente, que en caso de ser capturado, le proporcionara una muerte digna y pacífica.

Cuándo así finalmente ocurrió, Mitrídates, capturado y a punto de ser torturado, echó mano de su seguro mortal, para darse cuenta que… ¡horror!, no funcionaba. Se había vuelto inmune también a su veneno. Finalmente tuvo que recurrir a la ayuda de uno de sus escoltas para poder suicidarse.

 

No es tan fácil morir tampoco, aunque quieras.

 

Y finalmente, y quizá lo más horrible, uno puede decidir suicidarse, pero no puede evitar las consecuencias que tendrá su muerte en los seres que le rodean: los hijos, la pareja, los padres, los amigos.

 

Quizá eres libre para morir, pero no eres libre para evitar las consecuencias de tu muerte en otros.  



jueves, 21 de enero de 2021

LA JUSTICIA (SOCIAL) NO EXISTE. Una teoría de la justicia



Una teoría de la justicia

Lo justo, lo equivalente, es un término geométrico y aritmético, que no se puede aplicar con propiedad en el campo social.

Solo los individuos de manera subjetiva pueden apreciar si una transacción entre ellos la consideran justa o no, pero no se pueden establecer criterios objetivos para valorar desde fuera, si un intercambio es justo en valor, ni la sociedad, como conjunto, puede ser objetivamente justa con sus elementos.

La idea de justicia deviene en primer lugar de un sustrato psicológico: se trata de un sentimiento de que un sujeto debe algo a otro. Con seguridad si profundizamos encontraremos algún sustrato biológico evolutivo que sea el precedente del psicológico. Las comunidades de seres vivos necesitan un mecanismo de vinculación. Pero no voy a explorar este hilo en este momento, sino solamente señalarlo.

Un sujeto da un bien o un servicio a otro, y se crea en el que lo recibe la sensación de que lo recibido debe ser compensado.

Se trata de un sentimiento de deuda; lo que establece un vínculo entre ellos que no será liberado hasta que esa deuda sea pagada o condonada.  

El sujeto que dio en primer lugar tiene un derecho contra alguien y por algo, ya sea un bien material o un servicio. La justicia es siempre contra alguien y por algo.

La apreciación valorativa de esa deuda la hacen los dos agentes: el deudor y el acreedor. Solo ellos pueden determinar si se ha pagado la deuda y ambos quedan liberados de su vínculo.

Se trata claramente de un hecho subjetivo, que incumbe solo a los dos sujetos el valorarlo y resolverlo.

Cuando la relación o el intercambio es entre un sujeto objetivo, por ejemplo un ser humano, y un sujeto abstracto como es la sociedad, ya no es válido este esquema.

La sociedad no tiene un cuerpo definido ni un cerebro autónomo capaz de dictaminar cuando una deuda, por su parte, se considera subjetivamente pagada respecto a un individuo. No siente, no tiene poder de decisión y para resolver una deuda son ambas cosas necesarias.

Cuando dos personas intercambian bienes y servicios ellas determinan cual es el valor justo de la transacción. No hay un valor justo de referencia, solo la apreciación valorativa y subjetiva de ambos. La justicia se da dentro de esa relación y por acuerdo de ambas partes.

Si una de ellas no está satisfecha seguirá reclamando, –molestando– a la otra hasta que escuche y atienda su reclamo, y ambas dictaminen que la deuda ha sido pagada, el derecho de uno sobre el otro extinguido, y las justicia o la desaparición del vínculo, y su libertad mutua, establecida.

Cuando se trata de una relación entre un sujeto humano y un sujeto abstracto como es un grupo o una sociedad, la sociedad no tiene posibilidad de sentir ni actuar como si fuera un ser con sentimientos reales, que le permita apreciara el valor de la transacción y además tomar decisiones.

Cuando en el desarrollo de la civilización aparecen los medios de medir objetos, el peso, el tamaño, la aritmética y la geometría, surge un modo de racionalizar o medir algunas de las transacciones que se dan entre los sujetos humanos y los grupos.

Este trozo de tierra, que ahora podemos medir mediante números y geometrías, equivale a aquel que me pertenecía antes de que el río se llevara mis tierras o tuviéramos que desplazarnos. El peso del metal que tenía equivale a otro metal de igual peso que ahora se me devuelve. Es la razón de peso y tamaño, lo justo equivalente, que puede servir de criterio para restablece un derecho de posesión.

Posiblemente la racionalidad como proporción, nace con la tecnología de los números, las medidas y los pesos, lo que puede aportar cierta objetividad en los intercambios de objetos materiales, pero es de difícil aplicación cuando se trata de servicios. El tiempo que paso acompañándote en alguna tarea, es muy difícilmente proporcionable a otro tiempo distinto, en otra situación.

Por esa razón es imposible dar a nadie lo que se merece, o lo que necesita, o nadie puede dar justamente lo que otros o la sociedad tiene derecho.

Es imposible crear una sociedad justa. La justicia social es un ideal inalcanzable.

Solo los individuos crean vínculos entre ellos, que ellos mismos deciden, de común acuerdo, liberar.

Los individuos y los grupos o sociedades pueden intercambiar cosas, bienes y servicios, pero simplemente con criterios de abundancia y escasez: solo se podrá dar lo que se tenga y no con criterios de justicia.

El problema real es quién decide qué se da, y esa decisión no puede establecerse con justicia objetiva.

El criterio de equidad tampoco resulta muy válido: la sociedad no puede dar a los individuos lo mismo a cada uno, pues ellos no son iguales entre sí. 

Tampoco el mercado de intercambio de bienes y servicios establece un valor “justo” para los intercambios. El valor está condicionado por parámetros como la abundancia o escasez del producto o servicio, las circunstancias del medio, los deseos y necesidades de los que acuden al mercado y la capacidad de imposición de valor de los productores, así como los valores, disponibilidad y precio de las materias primas. Y no estoy confundiendo el valor y el precio pues también el valor de un producto está condicionado por todo eso, y no solo su precio. 

La construcción de la sociedad requiere de otros parámetros. Es necesario la renuncia al idealismo de la justicia social, o por lo menos diferenciarla claramente de los criterios que utilizamos en nuestras relaciones entre personas.