Una teoría de la libertad
La libertad es el poder que un sujeto tiene de tomar decisiones de acción y conseguir los resultados deseados.
La libertad tiene tres componentes:
el poder o capacidad de hacer, la toma de decisiones entre varias
alternativas, y el éxito o, lo que
es lo mismo, que los resultados de la acción correspondan con el deseo
esperado.
El poder o capacidad deviene de la
existencia, y la potencia de lo que puede hacer con su cuerpo el sujeto (hardware), y con sus programas de comportamiento (software).
En el caso del ser humano el cuerpo
material impone unas limitaciones: las personas pueden correr porque tienen
piernas, pero no pueden alcanzar con ellas los 100 kilómetros por hora, por
ejemplo, ni pueden volar, pues no disponen de alas, necesitan para hacerlo de
la asistencia de otros objetos y tecnologías; ni con el cuerpo humano, otro ejemplo, se pueden
atravesar paredes.
El cuerpo humano impone unas
limitaciones a la persona. El poder o capacidad está limitado materialmente en
primer lugar.
Además del cuerpo material, del hardware, necesita un protocolo de funcionamiento, el software.
El ser humano tiene programas que le permiten funcionar mediante instintos y condicionamientos culturales, que no son más que ordenes, en un caso biológicas, y en el otro programas culturales recibidos de su grupo social, pero también programas de cómo hacer las cosas adquiridos, aprendidos o descubiertos por las personas a través de la propia investigación y práctica, de cómo actuar.
Las posibilidades de funcionamiento de
un sujeto derivan de la cantidad de programas que disponga, su no
interferencia entre ellos, y la capacidad de adquirir nuevos programas.
El poder o capacidad, por tanto,
deriva de un cuerpo material apropiado, y de adecuados y amplios programas de
funcionamiento para cada acción. Es posible que lo que sea adecuado para una acción
no sirva para otra.
El segundo elemento de la libertad
es la elección entre posibilidades. Tiene que haber dentro del sujeto un
momento de valoración de las distintas posibilidades de acción que puede
realizar, –recordemos que no son infinitas, sino un número de posibilidades
limitado–, y finalmente elegir entre ellas.
Sería el momento puro de libertad:
el momento de la elección, aunque ya hemos visto que tiene múltiples
determinantes y condicionantes. No es una libertad pura realmente, es limitada
y condicionada.
Menos libertad aún supone cuando el
sujeto ni siquiera puede elegir no elegir, sino se ve obligado a una elección, a
riesgo de un perjuicio para él. No actuar podría suponer un daño.
El tercer momento de la libertad es
la consecución de los objetivos, el éxito de la acción. El sujeto hace algo
para conseguir algo, pero el éxito de la acción no está asegurado en la mayoría
de los casos, depende de otros factores externos al sujeto.
La acción estaba enfocada a un resultado, y si este no se produce invalida el intento: anula la libertad.
Y más aún. Aun teniendo éxito en su
acción, no está libre de la responsabilidad o culpabilidad que resulta de sus
elecciones, y las consecuencias o aceptación de ellas por otros sujetos.
En
resumen: la libertad absoluta no existe, tiene condicionantes materiales
y de programas de funcionamiento corporal, tiene limitaciones de libertad en el
momento puro de elección, y tiene limitaciones en cuanto al éxito de la acción
libre. Finalmente también exige la responsabilidad ante los otros de nuestras
acciones, y por tanto también dependemos de los demás.
Esa es la libertad y sus límites.
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