LA
SOLUCIÓN AL DESEMPLEO
Desempleo de recursos, que
se trata de eso.
¿Cómo es posible que vivamos
en una sociedad donde tengamos infinitas necesidades y deseos y al mismo tiempo
haya personas que no puedan trabajar, queriendo hacerlo, para satisfacer esas
necesidades y deseos?
No estamos en un mundo de
pobreza y escasez sino de abundancia, pero muy deficiente uso de los recursos y
la riqueza. Repartimos mal la riqueza pero mucho peor los recursos productivos,
pues los malgastamos.
Cuando tenemos a una quinta
parte de la población que desea trabajar pero no puede, significa que una
quinta parte aproximadamente de nuestros recursos, de nuestra riqueza, la
estamos tirando a la basura cada año de manera irrecuperable. Aquellos recursos
que este año no hemos usado, ya no nos valen más, los hemos desaprovechado. Es
un despilfarro absoluto.
Haciendo un cálculo un poco
simplificado, teniendo en cuenta un PIB, producto interior bruto, lo que somos
capaces de producir en un año, de aproximadamente un millón de euros, resulta
que si pusiéramos a producir a los recursos humanos que desean trabajar
tendríamos 200.000 millones de euros de riqueza más para gastar en nuestras
necesidades. Es riqueza que cada año tiramos literalmente a la basura, de
manera irrecuperable.
No somos pobres, somos
torpes.
La sociedad se estructura en
base al intercambio de bienes y servicios entre las personas. Pero cuando
alguien no puede vender la fuerza de su trabajo, que quiere decir que no
encuentra a la persona que necesita un servicio que él podría satisfacer,
estamos en un problema de gestión.
Cuando la sociedad se ha
hecho compleja, por el número de individuos que la forman y el espacio físico
que los separa, que hace difícil la comunicación y el conocimiento que permite
el rápido intercambio, se necesita de organismos de ayuda a la gestión y al intercambio
de bienes y servicios, sin sustituir a la iniciativa empresarial individual que
busca crearlos y ponerlos en el mercado.
Ayudar no es sustituir. La
iniciativa individual no puede ser sustituida por la gestión de ningún
organismo centralizado, este solo puede ejercer de complemento. Un complemento
que está al servicio de la iniciativa empresarial, no al revés.
El estado debería comprar la
fuerza de trabajo de aquellos que desean trabajar pero no encuentran trabajo en
el mercado de intercambio libre, y usar ese trabajo para satisfacer necesidades
de las personas que forman la sociedad y que no pueden hacerlo por sí mismas
solas.
Lo debe hacer de manera que
no desincentive la propia iniciativa empresarial. Tiene que ser mucho más
interesante para los individuos producir algo por iniciativa propia y encontrar
a alguien que los compre, que dar su trabajo al estado y que este ejerza de
intermediario.
El estado tiene que pagar
peor. Debe ser un último recurso, un recurso de emergencia. El estado no debe
competir con la iniciativa privada, pues podría destruirla, y eso podría acabar
con la sociedad al completo. O cuanto menos con la libertad, la libertad de
elección de lo que yo necesito y deseo.
Vivimos en un mundo de
recursos limitados pero no pequeños, y de necesidades y deseos muy grandes.
Siempre habrá trabajo para aquel que desee hacer algo, pues nuestros deseos son
infinitos y también nuestras necesidades.
El problema no es de pobreza
o de que falte trabajo. Es un problema de gestión económica.
De reparto, pero no solo de
reparto de la riqueza sino de reparto de la producción, y de reparto y gestión
de la iniciativa de producción.
En definitiva y una vez más,
si queremos derechos los tenemos que gestionar, y la manera de satisfacerlos es
a través las obligaciones.
Para poder dar hay que
primero tener algo para dar, y para tener algo lo tenemos que producir primero.
Sin deberes no hay derechos
y los deberes vienen primero.
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