NO
HAY DERECHO
Siempre que nos quejamos nos
quejamos de algo a alguien.
Necesitamos a alguien a
quién quejarnos de algo.
No existe derecho sin un
Estado con unas instituciones que de algún modo, esto es, mediante alguna
mecánica de gobierno, tomen decisiones que tienen que ver con nosotros o nos
influyan.
Y entonces decimos eso de: “no
hay derecho.”
Y pensamos que la manera de
conseguir lo que queremos es lo que llaman algunos “la lucha por nuestros
derechos”. Algo que parece consistir en salir a la calle a protestar, gritar
mucho, –supongo que para ser oído por alguien, alguien de los que dijimos antes
tiene poder de decisión–, molestar a alguien para que nos tome en cuenta.
En eso parece consistir la “lucha
por los derechos”.
En realidad eso más bien
parece un grupo de niños o adolescentes que todavía no ha madurado en la
estructura de la familia o la tribu.
Y también parece una familia
organizada en torno a unos padres y abuelos, que no saben cómo introducir a los
niños en la sociedad a la que pertenecen, y pretenden mantenerlos como infantes
todo el tiempo.
Algunos ilustrados o
iluminados quisieron salir de esa situación mediante la llamada “democracia”.
Si, una simple toma de decisiones mediante votación mayoritaria, de modo que
los niños y adolescentes pudieran participar en la gobernación de la familia.
Es un primer paso necesario
para incluir a todos en la estructura de toma de decisiones de la sociedad,
pero no es suficiente.
¿Os imagináis que en una
familia formada por una madre, un padre y tres niños de 4, 5, y 8 años se
sometiera a votación democrática el menú familiar de la semana?
Quizá el lunes desayunarían
chuches, se almorzaría espaguetis, la merienda un bollicao, y la cena otra
sesión de chuches. El martes seguiríamos con las chuches, de almuerzo pizza, y
en algún momento una hamburguesa con kétchup pero sin mostaza.
Además de democracia, en la
sociedad es necesario que acumulemos conocimientos y experiencia que nos
alumbre, no solo ilumine, sobre las consecuencias de lo que hacemos. La cultura
también sirve para eso, y la ciencia.
Entonces tenemos que
reconocer que no todo se trata de democracia, de elegir simplemente según
nuestros deseos y sentimientos, también tenemos que tener en cuenta la
sabiduría de los mayores, de los técnicos, de los que algo saben de las cosas,
y comunicarnos entre unos y otros.
Cuando se piden mayores
pensiones, o mayores sueldos, o más vacaciones, hay que saber cómo poder hacer
esas cosas, sin desestabilizar a las empresas, a las familias, a la sociedad al
completo.
La única manera que se me
ocurre a mí para llevar a cabo todas estas cosas es incluir lo antes posible a
los niños y a los adolescentes en el funcionamiento de las cosas, pero sobre
todo en los problemas que nos encontramos para mantener nuestra sociedad. Ellos
deben saber que para sobrevivir es necesario solucionar problemas, resolver
cuestiones, saber, investigar, esforzarse mucho.
Si los apartamos de todo
eso, entonces se convertirán en eso: en ciudadanos que lo mejor que saben hacer
es salir a la calle a protestar para pedir sus derechos.
Y creo que tienen razón.
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