LA
CULPA Y EL PERDÓN
¿Qué es la culpa?
Ser culpable es ser quién hizo algo que afectó a otro, ya sea de manera intencionada o simplemente la persona culpable no tuvo el suficiente cuidado para evitar que su acto tuviera efectos indeseados en otros.
En el campo del derecho la culpa es la falta de diligencia exigible a un sujeto, por tanto la omisión de la conducta debida para prever y evitar un daño, ya sea por negligencia, imprudencia o impericia.
La culpa es un hecho que causa otras cosas, por ejemplo: la culpa de que el coche no funcione puede ser la falta de gasolina.
Es decir, no solo es culpa cuando se hace algo de forma voluntaria o intencionada, sino también cuando se realiza una acción que tiene consecuencias en otras personas y que hay que tener el cuidado suficiente de preverlas; por ejemplo: cuando voy andando por la calle y piso sin querer a alguien soy culpable de hacerlo, pues al andar tengo que prever las consecuencias de mis pasos, y tener cuidado suficiente al hacerlo para no pisar a otros sin desearlo.
En primer lugar somos culpables de nuestras acciones y en segundo tenemos que hacernos responsables, si es necesario, por ellas, es decir, dar una respuesta.
¿Qué ocurre cuando pedimos perdón?
La respuesta que estamos dando a la otra persona es que haga como si no hubiera pasado nada, es decir, que si le duele por nuestra causa, no nos pida responder por ella y, por tanto, que nos exima de nuestra responsabilidad.
Se trata de una doble agresión y una doble pérdida para la persona que recibe la acción. Sufre un primer golpe que la daña, y no puede exigir ninguna reparación por eso a la persona responsable.
Además cuando pedimos el perdón pretendemos que nos traten como si no hubiera pasado nada. Nosotros hacemos algo, afectamos negativamente a otro y luego le pedimos que gestione él solo el perjuicio que le hemos provocado, y nos trate como si nada hubiera ocurrido. Eso es el perdón. La persona agredida queda con su dolor, no obtiene ninguna reparación o compensación, y nosotros queremos sentirnos inocentes, como si no fuera con nosotros la cosa y no hubiera pasado nada.
Eso ocurre cuando pedimos perdón por nuestras acciones.
El pedir perdón es propio de los niños, pues no pueden dar una respuesta adecuada a sus acciones, ni calibrar los efectos que tienen sobre otros. No tienen todavía capacidad para ser responsables de sus actos.
En mi opinión, es mucho más humano, maduro y útil, en vez de pedir perdón, que es una doble agresión, simplemente reconocer la culpa, y eso es suficiente con una frase como “lo siento”, es decir, soy capaz de darme cuenta del daño que he hecho, e incluso lo puedo sentir.
Soy humano como la otra persona y cuando la veo, reconozco que si alguien me hubiera hecho lo que yo he hecho, sentiría algo parecido. Ese es el sentido de decir “lo siento”.
A veces podré responder a mi acción compensando de alguna manera el dolor infringido en el otro, y otras veces no podré repararlo de ninguna forma, y entonces es muy útil sentirse culpable, pues eso conlleva que la próxima vez posiblemente tendré más cuidado, habré aprendido algo. Asumir la culpa te hace crecer en madurez, aprender.
La culpa es la forma que tenemos los humanos de madurar en relación con lo que hacemos y cómo afecta a los otros.
El perdón nos impide el aprendizaje y la posible reparación, presente y futura, del mal infringido.
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